jueves, 10 de septiembre de 2009

LLEGADA (14-oct-2008)

Esta historia, como el resto, comienza en los foros del interné. Ahí conocí a Isabel (Madrid), Concha (Bilbao) y María Jesús (Ciudad Real). Tras varios mail’s nos encontramos a bordo de un avión de la SyrianAir rumbo a Damasco.

Qué decir del estado de mantenimiento interior del avión. Mi mesa extensible “inexistente”, la iluminación interior de “cortesía” inoperante, el tapizado de los sillones… uf! Sin comentarios.
A mi lado se encontraba sentado Abdul, un simpático sirio que regresaba a casa. Él trabaja y vive en Bilbao. Su mujer, española, vive y trabaja en Siria. Lo primero que hizo (lo más acertado) fue despreocuparme del estado “interno” del avión. Me comentó, y pude comprobar a lo largo de todo el viaje, que el sentido sirio de la “estética” difiere totalmente del nuestro. Sin embargo se invierte en seguridad. “Los pilotos sirios son considerados como los mejores del Mundo” apuntilló Abdul.

La llegada al aeropuerto internacional de Damasco fue “impactante”. Un aeropuerto hecho a “cachos”, sin terminar, que estaba siendo reparado por una cuadrilla de orientales (la versión siria de nuestros “chiquipayos”). Gente, mucha gente sentada y tumbada en el suelo, como establecidos en el lugar, a la espera de no sé muy bien qué.

En una pequeña oficina de cambio ubicada en el mismo aeropuerto pudimos cambiar unos cuantos cientos de euros en libras sirias para establecer el primer bote del viaje. Descubrí que en este país no tienen, en absoluto, el sentido de cola y turno como nosotros lo entendemos. Es atendido primero el que dé el empujón o codazo más fuerte y se adelante a la ventanilla.

A las afueras del aeropuerto nos encontramos numerosos taxis que te ofrecen el trayecto hasta Damasco. Nosotros optamos por coger el autobús (saliendo a la derecha). Nos pidieron por el trayecto hasta una parada en las afueras 45 LS por persona más 45 LS por maleta.

Y empezamos a “integrarnos” en la dinámica siria. La salida prevista en 3 minutos se demoró hasta los 30, ya que hubo que esperar a que el autobús tuviera un número aceptable de pasajeros.

Nos alojamos en el Hotel Al-Majad, en el centro de Damasco. A pesar de que llevábamos reserva intentaron incrementarnos el precio. Nos resistimos y terminamos en el sótano, en una especie de zulo con un olor insoportable a humedad y baño árabe (plato de cerámica con agujero). A mi, en cierto modo, me daba lo mismo, pero a una chica le puede resultar “incómodo”. Tras presionar en recepción conseguimos una habitación triple con “baño europeo” para ellas y una simple “árabe” para mi. Antes de ir a dormir salimos a tomar una “cervecita”. No fue sencillo, pero encontramos un bar en cuya terraza, y desde la que teníamos unas preciosas vistas de la capital, no sólo tomamos unas fresquitas birras con distintos sabores (manzana, frambuesa…) si no que nos deleitaron con algunas canciones de Julio Iglesias. ¿Tanto se notaría nuestra procedencia?

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